LA ASOMBROSA CRUZ
Que, por librar mi alma de muerte y pecado,
en el Calvario murió el Buen Pastor.
¿Disfruto del gozo del Señor o sigo con mi carga de pecado?
Señor, debo cuidarme con el fin de no poner demasiada atención a mi pasado a largo plazo. Sé que, para mi bien, tú me haces sentir tristeza y arrepentimiento por mi pecado, con el fin de que lo confiese ante ti y reciba perdón (Sal. 32:5, 1 Jn. 1:9).
Una vez lo confiese, no debo seguir enfrascado en lo que pasó, aunque en algunos casos es necesario pedir perdón al que ofendí y buscar la reconciliación (Mateo 5:23,25) o saldar una deuda (Romanos 13:7,8).
Nehemías dio esta recomendación para un pueblo arrepentido: comer, compartir con otros y alabar al Señor, “porque el gozo de Jehovah es vuestra fortaleza” (Neh. 8:10).
Es necesario aceptar el perdón del pecado. Antes de su conversión el apóstol Pablo cometió graves pecados, pero recibió perdón y una nueva misión. Su carta a los filipenses habla de “olvidar lo que quedo atrás”, “seguir al llamamiento de Dios”, “regocijar” y “enfocar los pensamientos en lo bueno” (ver Filipenses 3:13-14; 4:4,8).
Debo evitar, como si fueran una plaga, a aquellas personas que quieren arrastrar mis pensamientos hacia lo negativo y vil, para siempre alabar a Dios.
Hay quienes se creen “cristianos” que se ven amargados, sin disfrutar de la liberación que Dios ofrece a los que confiesan su pecado. Ellos necesitan arrepentirse por su propio bien y para no confundir al mundo.
Claro que nunca debo tratar el pecado a la ligera; pero tampoco dedicarle tanto tiempo, lugar y atención de modo que me esclavice. Al pecado reconocido debo permitir solo el tiempo suficiente para que la redención divina haga su obra. Al estar limpio y sano, ¡no falta sino alabar, crecer y disfrutar de la fuerza y el poder de Dios en mi vida! “Bienaventurado aquel cuya trasgresión ha sido perdonada, y ha sido cubierto su pecado” (Sal. 32:1).
¡Me salvó, me perdonó!
#332 (CSG)
- Vagaba por el mundo sin fe, sin esperanza,
no sabiendo que había un Salvador,
que, por librar mi alma de muerte y pecado,
en el Calvario murió el Buen Pastor.
- Cuando desalentado estoy en esta vida,
con el alma imploro al Salvador,
pidiéndole me mande del cielo su consuelo
para poder aguantar el cruel dolor.
- Eres, Jesús, el lirio que perfumó mi vida;
Me libraste de toda iniquidad;
Pusiste en mi boca un canto de alabanza;
Es mi anhelo cumplir tu voluntad.
- Cerca de ti, oh Cristo, andar yo siempre quiero;
Me ampara tu sacrosanto amor;
Sin ti la vida es triste, muy llena de amarguras,
pero tú eres mi gran consolador.
Coro:
// Me salvó, me perdonó, mi Jesucristo me redimió. //
Coro original:
(// Soy feliz, yo soy feliz, desde que Cristo me redimió. //)
LETRA: Autor descon., Latinoamérica, s. 20, coro adap. Oscar López M.