LA ASOMBROSA CRUZ
Sentimos gratitud por los grandes hechos del Señor y le ofrecemos alabanza. Es motivo de gozo saber que Dios es bueno, misericordioso y nos conmueve lo maravilloso de su creación. Nuestra fe incluye el misterio del pacto de Dios y su amor al enviar a Jesucristo para salvarnos.
Recordamos al Salvador encarnado, crucificado y resucitado, y sin poder expresar adecuadamente la profundidad de su sacrificio, inclinamos la cabeza ante la luz divina y resplandeciente del Evangelio.
PALABRAS DE MARAVILLA ANTE LA SUBLIME GRACIA DIVINA
La madre de los Wesley, Susanna, disfrutó del aprendizaje de idiomas, incluidos el latín, el griego y el francés junto con el inglés. La crianza literaria enriqueció a sus hijos para escribir himnos basados en la Biblia.
La fe y asombro de Carlos y Juan Wesley reflejaban el mover del Espíritu Santo en sus vidas y resultó una cascada de adoración. Este himno, #166, escrito por Carlos, expresa verdades que nos bendicen por ese asombro, expresado en profundas frases teológicas.
Nosotros, que nos hicimos enemigos de Dios, ¿nos convertimos en sus amigos por su gracia? Es tema de meditación, sobre todo en Navidad y Semana Santa. La segunda estrofa dice: Él, su celeste hogar abandono, dejando posición, gloria y honor… por rescatar al pecador.
Salmo 90 contrasta nuestra corta vida mortal con Dios “Antes que nacieran los montes, y formases el mundo entero, desde la eternidad y hasta la eternidad, tú eres Dios” (v. 2). Dios siempre ha existido, nosotros somos finitos humanos. El hecho de que Dios murió por nosotros suena extraño, y hasta puede parecer escandaloso.
Carlos, su hermano Juan Wesley; y muchos otros, han escrito sermones e himnos referentes a estos temas sagrados. Sus palabras contemplan la Cruz desde la encarnación del Mesías. En Semana Santa cantar MARAVILLOSO ES EL GRAN AMOR nos recuerda que el camino hacia la cruz fue tomado por el Señor del universo, en quién y por quien todas las cosas fueron hechas (Juan 1:3; Col. 1:16). Durante su ministerio terrenal, la predicación de Jesús, sus milagros, su acercamiento a los pecadores, su compasión encajan dentro del contexto más amplio del asombroso amor divino. El amor extravagante de Dios se mostró en cada momento del ministerio y sacrificio de Jesús.
Aunque Él fue el Mesías y es Rey, tomó forma de siervo y dijo: “El que quiera hacerse grande entre vosotros debe ser vuestro servidor, porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:43-45).
El libro Hebreos de la Biblia explica que Jesús “es el resplandor de la gloria de Dios y la representación exacta de su ser, sustentando todas las cosas con su poderosa palabra. Después de haber provisto la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en los cielos” (1:3). El Dios eterno se encarnó para salvar a nosotros, mortales de carne y hueso, por nuestro pecado.
Para solucionar la alienación por el pecado, que interrumpió la relación de Dios con la humanidad, “tuvo que ser hecho como ellos, para que pudiera llegar a ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel al servicio de Dios, y que pudiera hacer expiación por los pecados del pueblo”. (2:17).
Jesús moribundo, dio la solución a nuestro miedo universal: la muerte. “Padeció la muerte, para que por la gracia de Dios gustara la muerte por todos” (2:9). La Encarnación y la Cruz están estrechamente entrelazadas. Cuando el Verbo eterno, se hizo carne, fue con el propósito de morir.
Cuando escuchamos la palabra misterio, algunos de nosotros pensamos en un tipo ominoso de «ocultamiento». La Biblia muestra salvación en Cristo como un misterio sanador. En la victoria de su cruz y resurrección, aseguró lo que nosotros mismos nunca podríamos haber alcanzado: la libertad de la esclavitud del temor a la muerte que tantas veces nos tiene cautivos (Heb. 2:15). Es amor asombroso que invita a nuestras voces a cantar.
Maravilloso es el gran amor
#166 (CSG)
- Maravilloso es el gran amor que Cristo el Salvador derramó en mí,
Siendo rebelde y pecador, yo de su muerte causa fui.
¡Grande, ¡Sublime, ¡Inmensurable amor! Por mí murió el Salvador.
(coro) ¡Oh, maravilla de su amor, por mí murió el Salvador!
- Él su celeste hogar abandonó, dejando posición, gloria y honor;
De todo ello se despojó por rescatar al pecador.
Misericordia inmensa él mostró; su gran amor me alcanzó.
- ¡Grande misterio! Dios el inmortal muriendo en la cruz entregó su ser;
Ni mente humana ni angelical jamás lo puede comprender.
Inexplicable es el infinito amor que demostró mi Salvador.
- En vil prisión mi alma padeció, atada en pecado y oscuridad;
Pronto en mi celda resplandeció la clara luz de su verdad.
Cristo las férreas cadenas destruyó; quedé ya libre, ¡Gloria a Dios!
- Hoy ya no temo la condenación; Jesús es mi Señor, y yo suyo soy.
Vivo en él que es mi salvación, vestido en su justicia voy.
Libre acceso al Padre gozo ya y entrada al trono celestial.
LETRA: Charles Wesley 1738,
trad. Esteban Sywulka B.