Porción tomada del devocional «Celebrando a diario con el Rey» de W. Glyn Evans (c) 1996 Libros Alianza (Libros Cali)
2 de marzo
Aprendiendo a no interferir
Debo aprender a no meterme en lo que no me incumbe. Dios no me necesita de partero. Mi tarea en el Reino no es de atender el alumbramiento, sino facilitar el crecimiento.
Con demasiada frecuencia he abortado el proceso que llevaba Dios con una persona diciéndole: ¡Yo no haría eso! o ¡Si fuera yo, no seguiría con ese plan!
El apóstol Pedro era muy propenso a meterse en todo. Cuando el Señor anunció que pronto sería crucificado, el apóstol de inmediato le contradijo con el fin de desmentirle. “¡Quítate de delante de mí!”, fue la respuesta dura y severa de Jesús (Mt. 16:23). Dios no permitirá que nuestras manos desvíen su plan. Pero Pedro no aprendía. Junto al mar, después de la Resurrección, estaba más preocupado por el futuro de Juan que por el suyo, así que de nuevo Jesús tuvo que corregirle, “Si yo quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué tiene esto que ver contigo? Tú, sígueme” (Jn. 21:22).
Es difícil para mí aprender la diferencia entre ser un instrumento de Dios y trabajar por mi cuenta. Desde luego que el problema no es de motivación, sino de discernimiento. Soy tan torpe de vista y duro de corazón que no veo los delicados movimientos de Dios en la vida de los demás. Precipitadamente quiero anexarlos al reino; obligarlos a la brava a un compromiso; solucionar sus problemas al instante. Culpo a las personas por sus problemas diciendo, “Si sólo me hubiera escuchado”.
Cuando los hebreos recibieron su maná de cada día, algunos de ellos no se conformaron con comerlo así, sino que insistieron en molerlo, amasarlo o cocinarlo, resultando que supo a “aceite nuevo” (Num. 11:8). ¿Cuántas vidas sabrán a aceite porque interferí prematuramente? Necesito recordar que soy apenas herramienta y no la Mano de Dios. Señor, quiero siempre estar listo y disponible para colaborar en tu obra. Concédeme el privilegio de ser tu “instrumento escogido” (Hch. 9:15).
“Ninguno de ellos puede redimir a su hermano, ni pagar a Dios por su rescate. La redención de su vida es muy costosa”.
Salmos 49: 7-8
Himno: “Divino Espíritu de Dios”
•1. Divino Espíritu de Dios,
enviado por Jesús,
Del bien condúcenos en pos
y alúmbrenos tu luz.
•2. Haz comprender al corazón
cuán grave es su maldad,
Y danos el precioso don
de andar en santidad.
- Venza la fuerza de tu luz
al fiero tentador
Por Cristo, quien muriendo en cruz
nuestro dolor sufrió.
•4. Sé nuestro guía al transitar
La senda que él trazó;
Danos poder para triunfar,
Siguiendo de él en pos.
Celebremos su Gloria # 262
LETRA: William L. Hendricks, 1968, trad. Agustín Ruíz V.