Iglesia Casa de mi Señor

Nuestro mundo necesita intérpretes de Dios y no sólo profetas suyos. Con frecuencia nos confundimos en cuanto a Dios, ya que él es infinito.

Sí, se me permite buscar el consejo de mis colegas cristianos para averiguar la voluntad de Dios (Hch. 15), pero eso es diferente a discutir o ser problemático.

El “cristiano enano” por lo general padece de “egoítis gigantus” agudo. Se cree tan importante e irreemplazable que Dios nada puede hacer sin él.

Las respuestas instantáneas no forman parte del plan celestial.

Debo desprenderme de toda esclavitud carnal y pedir al Espíritu Santo que unja mis ojos con vista espiritual.

Puedo tentar a Dios de muchas maneras: siendo impaciente con él, discutiendo su dirección para mi vida…

Disfruto verdaderamente de mi libertad cuando reconozco que las murallas no disminuyen el amor de Dios.

La gracia divina es apenas nuestra matrícula en la Universidad divina de la disciplina y la preparación; no es un tiquete para llevarnos a las mansiones celestiales en una carroza de flores.

¿De dónde viene la fortaleza para seguir de cerca al Señor? “Nuestra suficiencia proviene de Dios”, decía Pablo (2 Cor. 3:5).