El Señor resucitó – 17 de Abril de 2022

LA ASOMBROSA CRUZ

Domingo de resurrección

Vive nuestro glorioso Rey ¡Aleluya!

Este himno de Carlos Wesley es tanto un sermón como una exposición poética del capítulo 15 de 1 Corintios. La versión original, de más estrofas era un elogio completo al Cristo resucitado, ahora ascendido a la mano derecha de Dios Padre. 

Wesley escribió más de 6.500 himnos mientras viajaba a pie y a caballo para predicar al aire libre con su potente voz. Desde temprana edad, su mente y corazón estaban saturados con la verdad de las Escrituras. Predicó no sólo acerca de la Resurrección, sino también sobre las doctrinas bíblicas del pecado original, el perdón que produce unión con Cristo, la justificación, santificación y glorificación. 

Citaba versículos como estos:

Cristo, habiendo resucitado de los muertos ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. 

porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; más en cuanto vive, para Dios vive. Romanos 6:9-10

¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde está tu victoria, oh sepulcro? 1 Corintios 15:55

La muerte cruel en la cruz eliminó el aguijón de la muerte, que es el pecado no perdonado. Jesucristo derramó su sangre para poner fin al reinado de la muerte sobre humanidad, proveyendo la redención del pecado. Son las buenas noticias de la Pascua. 

Así fue profetizado en Oseas 13:14… los redimiré, los librare de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción… 

Las palabras del apóstol Pablo en 1 Corintios 15:55 reflejan las del profeta Oseas.

Wesley escribió sus himnos, cuando la muerte de niños y bebes era demasiado común. Su madre, Susana, dio a luz 19 hijos 10 de los cuales no sobrevivieron a la edad adulta. Carlos enterró a cinco hijos, muertos en la infancia. Él vivió durante una época en que la mayoría fallecía alrededor de los 37 años. Aquellos que vivieron más allá de la adolescencia, probablemente experimentaron la pérdida de amigos cercanos. Y cuando morían los seres amados, morían en casa, ante familia con lágrimas en los ojos.

Imaginemos a Carlos Wesley caminando de la casa a la iglesia en Semana Santa, pasando por el cementerio al lado de la iglesia y viendo esas cinco pequeñas lápidas que llevan su apellido. Luego entraba por las puertas talladas del santuario para cantar sus propias palabras en himnos como “El Señor resucito”. 

Ciertamente, Wesley sabia llevar su dolor como quien tiene la esperanza de que Jesucristo volverá en una nube con poder y autoridad para resucitar a los muertos.

Durante siglos, la sangre de cabras y carneros corría en el altar del templo. El sumo sacerdote ofrecía sangre en cuernos del altar de oro para expiación de los pecados de muchos. Sacrificio sobre sacrificio, hasta que por fin Cristo ofreció para siempre UN SOLO Sacrificio por los pecados, con derramamiento de su sangre, Cristo murió y proveyó salvación, pero hoy vive.

“Ha resucitado, tal como dijo” (Mat. 28:6) ¡Vive nuestro glorioso Rey, ha resucitado! 

LEA MATEO 28:1-10.

El Señor resucitó

#215 (CSG)

  1. El Señor resucitó, ¡Aleluya! 

Muerte y tumba él venció; ¡Aleluya!

Con su fuerza y su virtud ¡Aleluya! 

cautivó la esclavitud. ¡Aleluya!

  1. El que al polvo se humilló, ¡Aleluya! 

vencedor se levantó; ¡Aleluya! 

Cante hoy la cristiandad; ¡Aleluya!

su gloriosa majestad. ¡Aleluya! 

  1. Cristo que la cruz sufrió, ¡Aleluya, aleluya!

y en desolación se vio, ¡Aleluya, aleluya!

Hoy en gloria celestial ¡Aleluya, aleluya! 

reina vivo inmortal. ¡Aleluya, aleluya, gloria a Dios!

  1. Cristo nuestro Salvador, ¡Aleluya, aleluya! 

de la muerte vencedor, ¡Aleluya, aleluya! 

Pronto vamos sin cesar ¡Aleluya, aleluya!

tus loores a cantar; ¡Aleluya, aleluya, gloria a Dios!

         Por Carlos Wesley, 1739 trad. Juan B. Cabrera, 1869