LA ASOMBROSA CRUZ
Honor, loor y gloria a ti buen Salvador
Tu pueblo te ofrece sincera aclamación
A través de los siglos, se han respondido en diferentes maneras ante el gran Domingo de Ramos. Este himno habla del honor y sincera aclamación de los discípulos, no del pueblo buscando rey, que luego traicionó a Jesús. Hay que mirar el evento en el marco mayor de lo que sucedió después, que ignoraban todos ese domingo.
El historiador Eduardo Gibbons en su obra maestra: Historia de la Decadencia y Caída del Imperio Romano, hizo el siguiente análisis de su desintegración.
- La dignidad del hogar fue socavada
- Los impuestos no cubrían lo que exigía la población
- La búsqueda del placer y la diversión tomó exagerada importancia
- Se hacía cada vez más inversión en armamentos para la defensa nacional, cuando el verdadero enemigo era la corrupción y la decadencia social.
- Los valores morales desaparecieron.
Varios siglos pasarían después de la caída del Imperio Romano, hasta un renacimiento de la cultura, con progreso general para la humanidad.
Veamos unos datos históricos:
Carlomagno, el fundador de las monarquías de Alemania y Francia, logró establecer una verdadera identidad europea. Unificó, por primera vez desde la desintegración del Imperio Romano, la mayor parte de Europa Occidental. Junto con sus conquistas, quiso reemplazar con doctrina cristiana, cada vez que podía, al paganismo. Reconocía que Jesucristo, al entrar en Jerusalén, iba para morir como Redentor, no para ser un gran rey en reemplazo de un Emperador romano.
Entre las personas que ayudaron a lograr los insignes objetivos de Carlomagno, se encontraba Teodulfo de Orleans. Nacido en España en 760, el brillante y distinguido teólogo y autor se retiró de Florencia, donde estaba al frente de una abadía. Muy pronto se sintió la presencia de este santo varón en cada aspecto del renacimiento carolingio, hasta observarse en la arquitectura, las ciencias, las artes y la iglesia.
Al sobrevivir la muerte del sabio emperador, le tocó a Teodulfo la mala suerte de servir bajo Luis I, dizque el Piadoso. Éste no siguió la noble herencia que le dejó su padre. Durante su reinado el Imperio Carolingio declinó rápidamente, agravado por las disputas sucesorias con sus hermanos, que terminaron en abierta guerra civil. En vez de aprovechar la sabiduría de los excelentes consejeros, con los cuales su padre se había rodeado, Luís I se sentía amenazado por ellos y terminó encarcelando a los que no mataba.
Entre estos, Teodulfo no sólo fue destituido de sus responsabilidades como consejero en la corte, sino fue relevado de sus cargos pastorales al ser recluido preso en Angers, Francia. Así como testificó también el apóstol Pablo, fue la fe que sostuvo al pobre Teodolfo, confinado dentro de los fríos muros de su prisión. Al igual que Pablo, se fortalecía expresando su fe en Dios a través de sus escritos, así como su canto.
Hay una historia/leyenda interesante en cuanto a la mejor poesía escrita por este poeta, el más destacado de la época carolingia. Dos años (algunos dicen que solo fue uno) antes de fallecer en cautiverio en el año 821 (19 de septiembre), Teodulfo encontró consuelo y ánimo en los días previos a la Semana Mayor meditando en Jesucristo. Reflexionó en particular sobre el significado de ese primer domingo de Ramos, y luego escribió una poesía celebrando el tema. Al llegar la madrugada de aquel domingo, 10 de abril del año 819, desde su mazmorra, Teodulfo prorrumpió en canto entonando su nuevo himno. No sabía que su verdugo, Luis I, hacía su caminata matutina cerca del calabozo.
Se cuenta que Luis quedó tan impactado al escuchar la fuerte voz del recluso cantando su hermosa letra, que mandó soltar al preso. No obstante, todo parece indicar que, igual como pasó al apóstol Pablo en Roma, esa libertad no duró mucho tiempo. Pronto se encontraba nuevamente encarcelado, donde meses más tarde murió envenenado por sus despiadados captores.
Lo cierto es que la siguiente poesía, escrita para Domingo de Ramos hace casi 12 siglos, es un clásico muy apreciado, que hoy, 10 de abril, mil doscientos tres años más tarde, se cantará en miles de iglesias alrededor del mundo.
Honor, loor y gloria
¡Honor, loor y gloria a ti buen Salvador!
Cual niños que cantaron hosanas al Señor;
y hebreos que con palmas Te dieron recepción,
Tu pueblo te ofrece sincera aclamación.
Tú, de David el Hijo, de Israel el Rey,
así te recibimos los miembros de tu grey.
Como antes de tu muerte honráronte también,
acepta nuestras preces como en Jerusalén.
Recibes la alabanza y oyes la oración:
lo bueno te deleita también la adoración.
¡Honor, loor y gloria a ti, Rey, Redentor!
Nosotros ensalzamos tu nombre, oh Señor.
Teodulfo de Orleans (c. 819)