A Dios, el padre – 19 de Marzo de 2022

LA ASOMBROSA CRUZ

A Dios el Padre Celestial
Al Hijo nuestro Redentor
y al eternal Consolador
Unidos todos alabad
                          Amén

Se llama la Doxología, y es el himno que con más frecuencia se ha cantado durante los últimos 300 años.  El autor del texto, el pastor anglicano Tomás Ken, falleció hoy, hace 311 años. Aquel 19 de marzo de 1711, poco antes de morir oró, recordando las palabras que escribió en su testamento: “Encomiendo mi espíritu en las manos de mi Padre Celestial, y mi cuerpo a la tierra, en plena esperanza en Jesucristo mi Redentor, quien murió en la cruz por mí para disfrutar de una feliz resurrección…”. Luego recostó suavemente la cabeza, respiró una última vez y descansó en los brazos del Salvador.

Tomás fue un hombre de firmes convicciones e intachable rectitud.  Nació en Inglaterra en 1637, estudió en la prestigiosa universidad de Oxford, y fue ordenado en 1662.  Después de servir como capellán en su propio país, fue enviado en 1679 a Holanda, donde fue capellán en la Corte Real de La Haya.  

El Rdo. Ken fue tan franco en denunciar la corrupción en la vida de los funcionarios públicos holandeses, que debió volver a su país después de sólo un año, pues los de mal proceder se sentían amenazados.

Al regresar a Inglaterra, el Rey Carlos II lo nombró como uno de sus capellanes.  Ken siguió demostrando esa misma valentía que lo había caracterizado en Holanda, al denunciar los pecados contra la moral y la disolución de su monarca inglés. Por ejemplo, en alguna ocasión el rey le pidió el pequeño favorcito de alojar a su amante Nell Gwyn, ya que a su esposa, Catalina Enriqueta de Braganza, le incomodaba tener a esa chica merodeando con tanta frescura por el Palacio de Windsor.  

-¡Ni siquiera porque me diera su reino!- exclamó el capellán. -Una mujer de mala reputación no debe pasar ni una noche en la casa de un clérigo, y especialmente cuando es capellán del rey.- A pesar de esas llamadas de atención, el rey siempre admiraba la sinceridad de Tomás Ken.  Le llamaba “ese buen hombrecito”, y a la hora del culto decía, -debo ir para escuchar cuáles son mis más recientes fallas y fracasos-.  Por fin el rey lo premió en cierta forma poniéndolo a cargo de las provincias de Bath y Wells. Pero, a sólo 12 días de posesionarse de su nueva responsabilidad, murió su “amigo” Carlos II.  

Al poco tiempo incurrió la ira del nuevo monarca, al negarse a leer públicamente la “Declaración real de indulgencia”, la cual fue antibíblica. Resultó encarcelado con seis ministros más en la Torre de Londres.  Si bien finalmente recobró su libertad, siendo absuelto en 1691, fue destituido de sus cargos por el siguiente soberano, Guillermo III.

El gran historiador y político inglés del siglo 19, Lord Tomás Macaulay, afirmaba que Tomás Ken llegó a personificar tan de cerca, como le es posible al ser humano a lo que debe ser la perfección de santidad cristiana. Tomó en serio el vivir sirviendo al Señor con responsabilidad y adoración. 

A Dios el Padre Celestial
Al Hijo nuestro Redentor
y al eternal Consolador
Unidos todos alabad
                          Amén