¡Oh! Profundo, inmenso amor – 13 de Marzo de 2022

LA ASOMBROSA CRUZ

Él por nosotros padeció blasfemias, burlas y dolor; 

y para darnos vida y luz halló la muerte en una cruz. 

Esta tercera estrofa del himno clásico escrito en el siglo 15, resume lo que hizo Cristo a nuestro favor.

En ese tiempo medieval, la iglesia oficial en Europa estaba podrida de corrupción. Papas, cardenales y obispos vivían en grave pecado. Al contrario, entre la gente del pueblo, había anhelo de decencia, sí, un verdadero deseo de tener cercanía a Dios y agradarle. Este conflicto tuvo resultados buenos y malos. Movimientos sanos de reforma, y diversas herejías surgieron, para luego ser aplastados por el establecimiento. Además, grupos místicos iban ganando multitudes de seguidores, como los Hermanos de la Vida Común.  

Un rico holandés llamado Gerard Groot fue su fundador. Después de años perdidos, rodeado por los lujos de una organización inmoral, tuvo un encuentro con Dios y comenzó a predicar el arrepentimiento. Como era de suponer, no pasó mucho tiempo antes de recibir amenazas.

Cambió su enfoque a la docencia, y los jóvenes acudieron a él. Invirtió su herencia en ellos para promover una vida sencilla de devoción a Dios y la disciplina del trabajo ordinario. La orientación de los Hermanos era siempre imitar la vida de Jesucristo.

Gerard murió joven de la peste bubónica, pero su trabajo continuó. No podía prever la magnitud de su legado a través de los Hermanos de la Vida Común. Lenta, pero decisivamente, su influencia se extendió por toda la región. 

Un integrante de una de estas comunidades fue el joven Thomás Hammerken (pequeño martillo), quien había llegado de la ciudad alemana de Kempen, siguiendo los pasos de su hermano que ya formaba parte de esa comunidad. Recibió una cálida bienvenida y siguió activo durante setenta años con los Hermanos, ocupando diferentes cargos. 

Ganaba el sustento en la empresa familiar de copiar manuscritos, letra por letra, agregando hermosas ilustraciones y adornos. Todavía existen cuatro copias de la Biblia que fueron escritas con su pluma.

A pesar del ambiente hostil de la Iglesia oficial, Tomás predicaba sermones basados en la Biblia, y sus notas sobreviven. 

Algunas frases de consejo que dejó son las siguientes:

Ω “Pero si en todo buscas a Jesús, de seguro hallarás a Jesús”.

“Y esta es la sabiduría suprema – despreciar el mundo y cada día acercarse más al reino de los cielos … alejar su corazón del amor por las cosas visibles, para dirigir sus afectos hacia las cosas invisibles. 

Porque los que siguen sus inclinaciones naturales contaminan su conciencia, y dejan de disfrutar de la gracia de Dios”.

Ω “Las Sagradas Escrituras deben ser leídas en el espíritu en que fueron escritas. Por lo tanto debemos buscar en ellas alimento para nuestras almas en lugar de sutilezas del lenguaje.  No se deje influenciar por la fama de un comentarista religioso, sino permita que el amor a la verdad sea su motivo para leer. No pregunte, ¿Quién dice esto?, sino que preste atención a lo que dice. Los hombres pasarán, pero la Palabra del Señor permanecerá para siempre”.

Ω “Jesús dijo que la verdad nos libera de todo lo que nos impide disfrutar de una vida plena y abundante (Juan 8:32). También manifestó que la Palabra de Dios es verdad, como Él también es la verdad.  Por lo tanto, cuando estamos leyendo las Escrituras debemos buscar al Señor Jesús con el fin de conocerlo en su gloria y ser transformados cada vez más a su imagen”. 

Ω “El conocimiento superficial de las Escrituras no es suficiente para equiparnos como seguidores del Señor. 

Tenemos que conocer al Señor de las Escrituras, ya que sólo la Palabra y el Espíritu de Cristo pueden aplicar la verdad transformadora en nuestras vidas (Juan. 6:63)”. 

La obra más publicada de Tomás de Kempis es un clásico devocional titulado La imitación de Cristo

Sobre la Cena del Señor, Tomás reflexionó “¿Qué significa este privilegio, esta invitación tan especial? ¿Cómo me atrevo a acercarme, cuando tantas veces te he ofendido? 

Los ángeles y los arcángeles te adoran, y dices: “¡Ven también a mí: todos ustedes!” Si Tú, Señor, no lo hubieras dicho, ¿quién hubiera creído que era verdad? Y si no lo hubieras mandado, ¿quién se atrevería a acercarse?

Cantemos una de sus hermosas poesías, meditando en el profundo, inmenso amor de Dios.

Oh profundo, inmenso amor

#175 (CSG)

1. ¡Oh amor, profundo, inmenso amor!  de gozo llena el corazón 

Que el Dios eterno, en su bondad, tomara forma corporal. 

2. Fue por nosotros su oración, su enseñanza y su labor: 

Jamás buscó su propio bien; se hizo siervo, siendo rey. 

3. El por nosotros padeció blasfemias, burlas y dolor; 

Y para darnos vida y luz halló la muerte en una cruz. 

4. Mas en su triunfo el nuestro está, y junto al Padre, nuestro hogar; 

Nos da su Espíritu, y en él hallamos gozo, paz, poder. 

Por Tomás de Kempis