Cuaresma – 2 de Abril

Porción tomada del devocional «Celebrando a diario con el Rey» de W. Glyn Evans (c) 1996 Libros Alianza (Libros Cali)

2 abril

Conquistando el dolor

Hoy siento dolor y debo pedir al Señor que me enseñe su significado.  Lo que más duele del dolor es que me hace sentir tan lejos y extraño, así como el dedo lastimado se siente extraño respecto del resto sano del cuerpo.  Fue por eso que Jesús, en su momento de mayor sufrimiento en la cruz, exclamó “¿Por qué me has desamparado?” (Mt. 27:46).

Hay grados de sufrimiento, así como hay grados de gloria.  El hombre común y corriente sufre simplemente porque es un hijo de Adán.  El sufre internamente soportando el dolor en su cuerpo por el hecho de estar vivo.  No es necesario que ninguno más esté involucrado.  El próximo nivel del sufrimiento es substitucional – o sea el dolor ajeno que se siente personalmente.  Un ejemplo es la madre que padece el dolor de su hijo o del soldado herido en batalla sirviendo a su patria.  El dolor substitucional existe porque otros existen.  La tercera clase de dolor incluye el segundo (substitucional), pero va mucho más allá.  Es el dolor adoptado.  Fue esa clase de dolor el que sufrió Jesucristo a nuestro favor.

Jesús encarnó y tomó de lo nuestro y lo hizo propio.  Fue inevitable, al hacerse hombre con miras a nuestra redención, que Jesús se enfrentara con el dolor.  Es de destacar que Jesús no adoptó nuestros dolores con el fin de quitárnoslos, tanto como para purificarnos.  Es por eso que sus seguidores seguimos sufriendo, seguimos pasando por “el fuego” de lo que se conoce como “la participación de sus padecimientos” (Fil 3:10 RVR).  Al compartir nuestros sufrimientos con Jesús, participamos también de lo que hizo con el sufrimiento y el dolor – lo transformamos en un medio de gracia y gloria.

Nunca debo negar o desconocer el dolor y el sufrimiento porque eso sería negar la misma cruz de Cristo.  Tampoco debo cobardemente evitar el dolor, lo cual también sería un abuso.  Jesucristo adoptó el dolor para luego redimirlo, y así debo proceder.  Claro que no lo puedo hacer solo, sino con la ayuda de Cristo, quien me permite disfrutar de lo que él logró con tan gran triunfo.

“Porque nuestra momentánea y leve tribulación produce para nosotros un eterno peso de gloria más que incomparable”

2 Corintios 4:17

Himno: “Después de la tormenta

  1. Después de la tormenta viene la calma,
    viene la paz; si a Cristo, de rodillas,
    tú se la pides, él te la da.
    No importa que legiones
    del enemigo te hagan sufrir,
    // Si al nombre de mi Cristo,
    sagrado nombre, tendrán que huir. //
    •2. La noche más oscura
    tiene su aurora, tiene su albor;
    La vida más perdida
    tiene esperanza del Salvador.
    No importa que el pecado
    te haya manchado con su maldad,
    // Pues Cristo te perdona
    y te corona de santidad. //
    •3. Jesús hoy nos invita
    con voz bendita a ir a él; su paz nos asegura
    en prueba dura; es siempre fiel.
    Con Cristo triunfaremos
    y en él tenemos buen General;
    // Marchemos victoriosos,
    siempre gozosos, hasta el final. //

Celebremos su Gloria # 433
LETRA: Juan José Ramírez M., s. 20, alt. MUSICA: Melodía portorriqueña, arreg. Roberto C. Savage, alt. Arreg.