Porción tomada del devocional «Celebrando a diario con el Rey» de W. Glyn Evans (c) 1996 Libros Alianza (Libros Cali)
21 de marzo
El derecho de poder rechazar
Siempre he pensado que Jesucristo es quien recibe a las personas y lo sigo creyendo de todo corazón. Pero si no logro ver y comprender que aquel Jesús es el mismo que puede rechazarlas, nunca comprenderé su trato con la humanidad.
La salvación es una avenida de doble vía. Debo comprometerme con Jesucristo, pero él también debe comprometerse conmigo. Algunos de los primeros seguidores del Señor “creyeron” en él, pero él no confiaba en ellos (Jn. 2:23-25). El no confiaba en ellos por que conocía sus corazones y veía su insinceridad.
El privilegio de Jesucristo de rechazar, también lo tienen sus discípulos. Yo debo ser tan exigente como mi Señor y no malgastar mi tiempo con personas frívolas, superficiales e indecisas. Más bien buscaré a las ovejas perdidas que ansían ser halladas y al hijo pródigo deseoso de volver a casa.
Es más, quiero ser firme en este propósito. Ni sus parentescos humanos ablandaron a Jesús o cambiaron su espiritual exigencia. Su “madre” y sus “hermanos” son aquellos que “hacen la voluntad de su Padre” (Mt. 12:48-50). Esto hace subrayar lo que fue una medida o norma absoluta para Cristo: ¡lo espiritual ocupa toda precedencia sobre cualquier otra relación! Jesús jamás rechazó a persona alguna que reconociera su necesidad espiritual y lo buscara. Pero censuraba y aborrecía al “payaso” religioso por su hipocresía.
Debo cuidarme de aquellas personas huecas y superficiales cuyo compromiso religioso no va más allá de su bolsillo, su estómago y sus sentidos físicos. Esa clase de persona abunda. Debo ejercer el derecho de rechazo y no creerles ni confiar en ellos, así como lo hiciera mi Señor hace dos mil años. A su vez me debo cuidar de no distanciarme nunca de los que el Señor ha aceptado y dan prueba de eso con sus “obras de justicia” (Hch. 10:35).
“Porque tu misericordia está delante de mis ojos, y camino en tu verdad. No me he sentado con los hombres falsos ni tengo tratos con los hipócritas”
Salmos 26: 3-4
Himno: “A los sedientos, venid”
1. A los sedientos, venid a las aguas,
Y los cansados, venid con valor;
Hay una fuente preciosa de vida
Que satisface del alma el clamor.
Coro: Aguas tendrá el que vive sediento;
Ríos habrá en el secadal;
Busca al Señor mientras puedes hallarlo;
Clama a él y salvado serás.
2. ¿Vives atado a los goces del mundo?
¿Vives cansado de tanto vagar?
¿Hay en tu ser un anhelo profundo?
Ven a Jesús; él te quiere salvar.
3. A los creyentes se ofrece la gracia
Que satisface de toda ansiedad,
Que capacita, que limpia, que sacia:
Santa promesa de toda verdad.
Celebremos su Gloria # 318
LETRA: Lucy J. Rider, 1884, trad. Honorato Reza.