Porción tomada del devocional «Celebrando a diario con el Rey» de W. Glyn Evans (c) 1996 Libros Alianza (Libros Cali)
16 de marzo
Quiero sentir siempre el asombro
Señor, yo sé que mi frescura y vitalidad espiritual desaparecen cada vez que pierdo mi “asombro santo”. Nos asombramos al darnos cuenta que realidades espirituales como Dios y el Cielo no son algo lejano, sino que están cerca de nosotros.
Cuando los dos discípulos por fin reconocieron a Jesús después de caminar con él hacia Emaús (Lc. 24:13-32), vieron lo que habían estado mirando sin ver durante toda una hora. En un breve instante Dios les permitió mirar hacia su mundo espiritual.
¿Cuánto del cielo estaré perdiendo de disfrutar, por haber permitido que mis ojos carguen con el peso del desánimo, la duda, el aburrimiento o la incredulidad? Los científicos afirman que un desierto puede parecer vacío, pero en realidad está lleno de vida. Así sucede también con lo celestial. Necesitamos identificarnos con la oración de Eliseo por su siervo: “Te ruego, oh Señor(*) que abras sus ojos para que vea” (2 R. 6:17). Cuando pudo “ver espiritualmente”, el joven distinguió las huestes resplandecientes de Dios sobre los cerros del contorno.
Señor, estoy comprendiendo por fin el secreto: debo mirar espiritualmente. Cuando quiero ver todo con lógica, carnalmente o en forma natural o caprichosa, me distraigo y no disfruto de Jesucristo ni de la magnífica experiencia que él me ofrece.
Pero también debo mirar con expectativa. Los grandes héroes de Dios siempre han vivido en dos mundos. Contemplaban maravillas porque vivían pendientes de lo celestial, y, con asombro, comunicaban esas maravillas a otros.
Señor, me encuentro en un círculo vicioso: pierdo el asombro por mi poca fe; y mi fe se debilita porque no hallo nada maravilloso como para alimentarme. Es precisamente en este momento en que debo desprenderme de toda esclavitud carnal y pedir al Espíritu Santo que unja mis ojos con vista espiritual. ¡Eso fue lo que les sucedió a los discípulos de Emaús que vieron a Jesús!
“De oídas había oído de ti, pero ahora mis ojos te ven. Por tanto, me retracto, y me arrepiento en polvo y ceniza”
Job 42: 5-6
Himno: “A su nombre, gloria”
- Junto a la cruz, do murió el Salvador
Por mis pecados, clamé con fervor;
¡Qué maravilla! Jesús me salvó.
¡A su nombre gloria!
Coro: ¡A su nombre gloria!
¡A su nombre gloria!
¡Qué maravilla! Jesús me salvó.
¡A su nombre gloria! - Junto a la cruz recibí el perdón;
Limpio en su sangre es mi corazón;
Llena es mi alma de gozo y paz:
¡A su nombre gloria!
•3. Ven sin tardar a la cruz, pecador;
Allí te espera Jesús, Salvador.
Allí de Dios hallarás el amor:
¡A su nombre gloria!
Celebremos su Gloria # 338
LETRA: Elisha A. Hoffman, 1878, trad. Vicente Mendoza.
Los que queremos oír o lo que tenemos que hacer,
Gracias por compartir el devocional. Amplía el conocimiento y nos orienta en nuestro camino Cristiano.