Porción tomada del devocional «Celebrando a diario con el Rey» de W. Glyn Evans (c) 1996 Libros Alianza (Libros Cali)
9 de marzo
La relación confiada y reconfortante
Reconozco, Señor, que a veces he sido demasiado exigente en mi relación contigo. No he querido reposar como “un niño destetado al lado de su madre” (Salmo 131:2). Me pongo “chinchoso” cuando algo interrumpe mi diario devocional, pero lo único que tú deseas es mi devoción. Me he preocupado por no haber orado lo suficiente en vez de hacer de toda mi vida una oración. Con demasiada frecuencia mi relación contigo se trastorna, porque siento la necesidad de luchar para quedar bien ante ti.
Esto no es el descanso que tú me has prometido, Señor; no lograré disfrutar de él, hasta cuando aprenda que un hijo no tiene que ganar el amor de su madre ni vivir constantemente temeroso de perder ese amor. El niño encuentra contentamiento, simplemente, en la relación misma. Tú estás interesado en mi ser más que en mi hacer. Mi asistencia regular a la iglesia no te impresiona tanto, como mi corazón hecho un altar que te rinde adoración continua. Tú deseas que en vez de luchar para brillar, más bien sea una luz. Que en vez de actuar como discípulo, sea un discípulo.
¡Qué relación tan descomplicada fue la de Jesús con su Padre Celestial! Fue una relación muy natural, y como tal, algo normal para él poder hacer afirmaciones espectaculares como “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12). Nada de esfuerzos sensacionales ni lucha por alcanzar lo que quería. Simplemente él es, ¡sin más ni más!
Señor, si estoy agitado contigo, ¿cómo estaré con los demás? Mi santidad se convertiría en chinchosidad y huirían de mí como si tuviera alguna grave enfermedad. Si mi espiritualidad parece presumida a los demás, es señal de que me preocupa demasiado. Debo ser el último en saber que he sido de bendición para otros. Quiero ser como Moisés, “quien no sabía que la piel de su cara resplandecía por haber estado hablando con Dios” (Ex. 34:29). Dame, Señor, una indiferencia santa a los efectos de la santidad. Así es la verdadera santidad.
“En verdad que me he comportado y he acallado mi alma como un niño destetado de su madre; como un niño destetado está mi alma”
Salmos 131:2 (RVR)
Himno: “Te vengo a decir”
- Te vengo a decir, te vengo a decir,
oh mi Salvador, que yo te amo a ti,
que yo te amo a ti, con el corazón.
Te vengo a decir, te vengo a decir
toda la verdad; Te quiero, Señor,
te amo, Señor, con el corazón.
Coro: Yo quiero cantar, yo quiero cantar
de gozo y de paz; Yo quiero llorar,
yo quiero llorar de felicidad.
Te vengo a decir, te vengo a decir
toda la verdad;
Te quiero, Señor,
te amo, Señor, con el corazón. - Te quiero seguir, te quiero seguir,
oh mi Salvador, y darte mi ser,
y darte mi ser, mi Amigo, mi Dios.
Te quiero servir, te quiero servir,
mi Dios y mi Rey; Te vengo a poner
todo lo que soy; recíbelo, Dios.
Celebremos su Gloria # 420
LETRA: Juan M. Isáis, 1965, arreg. en MEX Psalter Hymnal, 1988, alt