Porción tomada del devocional «Celebrando a diario con el Rey» de W. Glyn Evans (c) 1996 Libros Alianza (Libros Cali)
6 de marzo
Se necesita de un intercesor
Debo recordar constantemente, Señor, que no tengo derechos personales sobre ti. Ni siquiera como hijo que tú has redimido. Cuando Aarón ministraba en el Tabernáculo llevaba siempre una mitra que tenía una lámina de oro puro con las palabras “SANTIDAD A JEHOVA” (Éxodo 28:36-39). Mientras que el Sumo Sacerdote llevara puesta esa placa, todas las ofrendas del pueblo eran aceptadas por Dios. El que la ofrenda fuera aceptada dependía del sacerdote y no del oferente.
Puedo ofrecer muchas cosas a Dios: mis oraciones, dinero, esfuerzos, familia, tiempo, talentos, etc. Ninguna de mis ofrendas deja de estar contaminada con algo de egoísmo, orgullo, codicia, avaricia o impureza. Puedo ofrecer muy poco que no tenga algún “olorcito” del mundo y su influencia. Necesito que alguien perfeccione mi ofrenda a Dios, que Jesucristo la reciba de mis manos haciéndola suya primero, sin mancha ni arruga, para que Dios Padre se deleite con ella. No hay nada que yo pueda ofrecer directamente a él y esperar que sea aceptable. Aún cuando haya hecho lo mejor que pueda, Jesús dice que sigo calificando entre sus “siervos inútiles” (Lucas 17:10). Esta declaración me obliga a reconocer que no importa lo puro y sincero que sean mis motivos, los pegajosos tentáculos del mundo me siguen atrapando. Mi mejor ofrenda no es adecuada.
La única forma de presentar una ofrenda digna es a través del Sumo Sacerdote herido por mí. Mi derecho a ser aceptado depende primero de su sacrificio en el Calvario y luego de su Amor que nunca falla. ¿Tengo por qué temer? ¡Jamás! “El vive para siempre para interceder por nosotros” (Heb. 7:25). Además de afirmar su existencia eterna, esto significa que yo estoy bien con Dios eternamente y me asegura que todo lo carnal y mundano ha sido eliminado de mi relación con Él. ¡Aleluya!
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”
Hebreos 4:15 (RVR)
Himno: “Rasgóse el velo”
- ¡Rasgóse el velo! ya no más
distancia mediará;
Al trono mismo de su Dios
el alma llegará. - ¡Rasgóse el velo, sombras id!
la luz resplandeció;
La cara misma de su Dios
Jesús ya reveló. - ¡Rasgóse el velo! hecha está
eterna redención;
El alma pura y limpia ya
no teme perdición. - ¡Rasgóse el velo! Dios abrió
los brazos de su amor;
Entrar podemos donde entró
Jesús, el Salvador.
Celebremos su Gloria # 195
LETRA: James G. Deck, 1842, trad. C.H. Bright.