Cuaresma – 5 de Marzo

Porción tomada del devocional «Celebrando a diario con el Rey» de W. Glyn Evans (c) 1996 Libros Alianza (Libros Cali)

5 de marzo

Mi propio pecado

No seré un verdadero discípulo de Jesucristo hasta cuando pueda aborrecer el pecado.  No basta abandonarlo; debo odiarlo.  Dios trata al pecado como algo vil y bestial: un caballo sin entendimiento (Sal.32:9), la serpiente astuta (Gen.3:1), el puerco que ama el cieno (2 Pedro 2:22).  Esas comparaciones no ocurren por casualidad.  El animal hace lo que le viene en gana por naturaleza; su comportamiento es por instinto y no tiene remedio.  Lo vil del pecado nos confirma lo lejos que está de Dios.  No es apenas que sea diferente a Dios, sino que es totalmente lo opuesto.

Sé lo que pienso del pecado no por lo que está fuera sino dentro de mí.  Dios no redime cosas ni conceptos abstractos.  Dios redime a las personas.  Hasta que no odie mis propios pecados, en especial los “pecados consentidos” (como los llamaba el predicador Jorge Whitefield), nunca comprenderé la actitud divina en cuanto a mi pecado y la constante determinación de Dios de redimirme.

Rara vez conozco mi verdadera actitud hacia un pecado antes de cometerlo.  Sólo la identifico después.  Es difícil poder ver bien la gravedad del pecado cuando se acerca para tentarme.  Hasta puede parecer: “bueno para comer”, “atractivo a la vista”, y “codiciable para alcanzar sabiduría” (Gen. 3:6).  Pero apenas culmina su obra veo lo dañino que es.  Me siento sucio e inmundo.  Lamento mis acciones y busco al Señor en humildad, rogando que me limpie.

Ser un verdadero discípulo de Cristo exige que pueda ver lo vil del pecado antes y no después de que me haya hecho daño.  Debo odiar y repudiarlo para siempre.  Nunca puedo olvidar que fue mi pecado el que llevó al Señor a llorar, a gemir y hasta ser clavado en una cruenta cruz.  Viendo al pecado en esa forma llego a entender lo que le pasó a Isaías cuando exclamó: “¡Ay de mí!” (Isa. 6:5) y lo que significa ser limpiado con un carbón encendido tomado del altar.

“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame por el camino eterno”

Salmo 139: 23-24

Himno: “Loor a ti


•¡Santo, Santo, Santo,
Señor, Jehová!
Cielo y tierra, de tu amor
Llenos hoy están, Señor;
¡Loor a ti! Amén.
Celebremos su Gloria # 37
LETRA: Basada en Isaías 6:3, Mary A. Lathbury, 1877, trad. Vicente Mendoza