Porción tomada del devocional «Celebrando a diario con el Rey» de W. Glyn Evans (c) 1996 Libros Alianza (Libros Cali)
23 de febrero
Más allá de los sentimientos
Con frecuencia, Señor, mi religión no va más allá de mis emociones. Canto el himno “Hay poder, poder” pero me afirmo en el sentimiento de tener o ejercer el poder y no de estar a disposición del Poder divino. Cuando me emociono hasta las lágrimas durante un acto religioso, me parece que el poder de Dios ha venido sobre mí. Es posible que me equivoque. Debo ir más allá de mis emociones. Los profetas fueron enfáticos en que el arrepentimiento verdadero se conoce, cuando resulta en justicia, equidad, y ayuda a los huérfanos, viudas y pobres. Según los profetas la actitud correcta ante Dios se conocía por la amabilidad y generosidad ante los demás. Sentir gran emoción en la presencia de Dios es excelente, si en vez de rasgar nuestros vestidos, rasgamos nuestros corazones (Joel 2:13). Si experimentamos sentimientos de humildad ante Dios para luego olvidar que Dios nos ha rescatado, entonces nuestros corazones no han sido quebrantados.
Señor, sé que muchas decisiones se toman, basándolas en experiencias y emociones. Pero cuando pasa la emoción seguimos igual que antes. “¡Cien personas aceptaron al Señor!” “¡Docenas recibieron a Cristo!” Todo eso está bien, pero ¿significa que hay cien corazones quebrantados? ¿Se trata siquiera de cien discípulos o soldados? Señor, tú necesitas seguidores del Cordero que se propongan velar como las vírgenes preparadas de Mateo 25, no individuos inestables que pasan adelante sólo porque experimentaron alguna emoción pasajera durante un culto religioso. Es fácil pasar adelante; lo que nos “crucifica” es tener que regresar a la vida cotidiana para amar a fulano porque Cristo también lo ama.
Cilicio y ceniza, ropa destrozada y los mejores sacrificios tienen poco valor si no expresan un corazón quebrantado en el cual las raíces de mi vida son transformadas para bien de la humanidad. Gracias, Señor, porque el poder del Espíritu Santo comienza a obrar en el “hombre interior” (Ef. 3:16). Es allí donde lo necesitamos, hasta penetrar las mismas bases de nuestra personalidad en donde ocurren los cambios que verdaderamente transforman.
“He aquí, tú quieres la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría”
Salmos 51:6
Himno: “En un aposento alto”
- En un aposento alto, con unánime fervor,
Ciento veinte esperaban
La promesa del Señor.
Coro: Dios, manda tu gran poder,
Dios, manda tu gran poder,
Dios, manda tu gran poder a cada corazón. - Con estruendo de los cielos
Descendió en plenitud;
Todos fueron bautizados con el Santo Espíritu. - Desde aquel feliz momento
Mora el Consolador
En el corazón creyente, dando dones, paz y amor. - El Espíritu de Cristo
Hoy nos llena de poder
Para ser testigos fieles, predicando por doquier.
(Último coro:)
Oh, Santo Espíritu, bendito celeste don,
Divino Consolador, reina en mi corazón.
Celebremos su Gloria # 255
LETRA: Estr.#1-2 Charlie D. Tillman, 1895, trad. H.W.Cragin, #3-4, Lynn Anderson, coro #2 Felipe Blycker J.
Hermosa reflexión, Bendiciones