En este tiempo de confinamiento debido al COVID-19, los temas del Padre Celestial y del padre de familia, son muy relevantes. Si ocupaciones anteriores no le han dejado espacio para la reflexión, el encierro puede ser la grata oportunidad para un encuentro con el Señor, y para leer la Biblia, su Palabra.
Hebreos 4:12-16 dice: La Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos…y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón…todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta…teniendo un gran sumo sacerdote…Jesús el hijo de Dios…acerquémonos, pues confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
La cuarentena, también es una excelente oportunidad para analizar las relaciones en el hogar, y corregir, con la ayuda de Dios, lo que no agrada a él y causa daño a los miembros de la familia.
Muchos han sufrido por la ausencia física y/o emocional de su padre ausente. No contar con el papá en el núcleo familiar siempre es doloroso, sea por abandono, infidelidad, prioridades equivocadas o muerte. Sólo el Señor puede consolar a la familia en estos casos. Cuando la muerte es la triste razón de sentir profundamente la ausencia, las viudas y huérfanos creyentes tienen un cuidado especial de Dios (Salmos 68:5; 146:1-9; Juan 14:15-18, 26-27).
En el libro de Ester, vemos que ella era huérfana de padre y madre, pero su tío Mardoqueo la crió (Ester 2:7), en medio del cautiverio en Babilonia. Él la educó a creer en Dios, y no se le ve ninguna amargura ni rebeldía, al contrario, es ejemplo de obediencia, prudencia y piedad. Fue escogida como Reina, instrumento hermoso para salvar al pueblo judío de la muerte. Estaba dispuesta a perder su posición y hasta su vida si el rey no escuchara sus peticiones. Todo salió bien al final de la prueba, y su tío recibió gran recompensa por su bondad (Ester 10:2-3). Vemos en esta historia cómo una persona huérfana puede ser de gran bendición, y los que la animan, sirven también al Señor (Santiago 1:27).
Es maravilloso que en todo tiempo, incluyendo la crisis de esta pandemia, sea posible acercarnos al Todopoderoso en oración. En nuestro himnario, Celebremos su Gloria, hay reflexiones, música y textos bíblicos que nos hablan del Padre Celestial y su amor, enviándonos un Salvador (como Juan 3:16, y la página 306 del himnario nos muestran). Además de ser Dios Padre, otros nombres usados para Él en la Biblia, nos hacen pensar en su grandeza (cantar el número 28, Himno al Padre).
Sin embargo, él desea tener una relación muy cercana con nosotros, como sus hijos, para que podamos clamar “Abba, Padre” (Romanos 8:1,15-18; Gálatas 4:4-7). Cantemos el número 494, Abba Padre. El término “Abba”, según el diccionario bíblico es equivalente a “Papito”, usado por niños, y que también demuestra la confianza de hijos redimidos por fe personal en Jesucristo. ¡Qué bendición es poder dirigirnos al Creador como nuestro Padre Celestial, diciéndole – Abba, Padre!
A veces en el sufrimiento, creemos que nuestro Padre Celestial nos ha abandonado. El salmista sintió así en repetidas ocasiones. El Salmo 28 revela esta plegaria:
A ti clamaré, oh Señor. Roca mía, no te desentiendas de mí, para que no sea yo, dejándome tú, semejante a los que descienden al sepulcro. Oye la voz de mis ruegos cuando clamo a ti…
Salmo 28: 1,2
Y luego, recapacita y en los versículos 6 y 7, reconoce que no está solo:
Bendito sea el Señor, que oyó la voz de mis ruegos. El Señor es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón, y fui ayudado, por lo que se gozó mi corazón, y con mi cántico le alabaré.
Salmo 28: 6,7
¡Sí, en este tiempo difícil podemos ser fortalecidos para cantar al Señor con gozo!